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JOAN LLUIS MONTANE,
CRITICO DE ARTE |
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FELIPE ALARCÓN
El mundo es un conjunto de instantes...
‘El mundo es un conjunto de instantes, supone una confluencia de situaciones y de vivencias que
nos pertenecen a todos. Aunque las ideas sean de uno, luego, una vez expuestas, son patrimonio
de la humanidad’.
El dibujo como punto central de su discurso pictórico y el collage, el complemento. El creador
cubano Felipe Alarcón, que, en la actualidad se encuentra afincado en Madrid, tras una estancia
corta en Italia, posee una producción caracterizada por la fuerza del dibujo, el predominio del
color y la complementariedad del collage. Graduado en 1983 por la Academia Nacional de las Artes
de La Habana (Cuba) ha expuesto en el país caribeño, Gran Bretaña, Estados Unidos e Italia.
Entre las menciones especiales y premios obtenidos destacan la mención de la Escuela Nacional
San Alejandro de Cuba, el premio Zeus de Roma y el premio 2003 de la Federación Internacional
de Artistas Plásticos con sede en Barcelona dirigida por Joan Palmarola, ACEA,s, sección técnica
mixta. En nuestro país ha expuesto en las galerías Sala Catarsis, Abel y Achearte (Madrid),
Marcor Gallery (Majadahonda) y La Rábida (Huelva). En la actualidad está preparando su
individual en The Gallery de Miami, Florida, Estados Unidos, para el mes de abril de 2004.
Posee una gran producción pictórica basada en la dinámica de la fragmentación temática, la
incorporación del collage, entendido como parte inalienable de su composición y el dibujo como
centro. ‘La vida es una sucesión de instantes, de momentos que pasan deprisa. El mundo es
inabarcable, inalcanzable, conteniendo grandes teorías, ideas por las que luchar, filosofías
que estudiar, creaciones que abordar. Todo es vital, porque la biología es el eje que mueve el
planeta tierra. De ahí que nosotros, los humanos, tengamos que vivir de forma profunda cada
momento, buscando respuestas, descubriendo destinos que se nos antojan próximos y otros que son
más lejanos. De ahí que la incorporación del collage, de trozos y fragmentos de fotografías de
personajes célebres, relojes, mujeres, concentradas en una, la mía, creadores, filósofos,
frases poéticas de mi producción personal, hablen del amor, los sentimientos, la soledad, la
depresión, la catarsis del alma dormida que, de repente, despierta y parece aglutinar la
pervivencia y la persistencia de la propia memoria en todos los ángulos posibles’.
Serie ‘Crónicas Milenarias’ el reloj y el concepto del tiempo.
En la serie ‘Crónicas Milenarias’ aglutina, tanto en su producción de óleo sobre tela como en
su creación de dibujo en técnica mixta y tinta china, su dinámica de elaboración continua, de
catarsis permanente, de fluctuaciones diversas, de convivencias artísticas, de complejos y
retales de personajes femeninos y artistas como Picasso. Pero también destaca la exhibición de
obras en las que el reloj, de grandes marcas francesas y suizas, fundamentalmente, acompaña a
su producción para delimitar el paso del tiempo, como instrumento de medición que es.
El reloj, considerado como símbolo de la trasgresión, del instante que ha pasado y que ya no
volverá. El reloj, como un intento de controlar los momentos, de captar la necesidad de ir
hacia las voluntades que se pierden por los extremos, que se diluyen en la facultad del vivir
en el lapsus temporal que ya no es, porque sino la vida no tendría sentido. El reloj en su
producción pictórica, -aunque, personalmente, posee varios ejemplares, dado que es
coleccionista-, es también, un auténtico símbolo de lo que finalmente acaba, de la constatación
de la idea de la muerte como etapa final en un mundo en el que no hay nada eterno y, más, para
los que no creen en una trascendencia evidente. De ahí que el reloj esté siempre en primera
línea pictórica, en la mayor parte de su producción de los últimos tiempos. ‘El reloj es un
instrumento preciso, maravilloso, mediante el cual controlas la evolución, los instantes de tu
vida y marcas unos baremos fundamentales. Aparte de ser un gran invento, es también una
constatación de que todos estamos aquí de paso, realizando una gran transición, en la que hay
que trabajar muy duro para luego poder dejar nuestro legado y que la obra nos sobreviva. Pero,
además, hay que tener en cuenta que todo lo que existe es variable, se transforma en cada
momento, es peredecedero en el aspecto más real del término. Y eso no es malo, porque todo lo
que existe debe dejar paso, tras sus años de desarrollo, a otros, a las ideas más renovadoras.’
A lo largo de su producción pictórica no abandona las alusiones a la isla que le vio nacer en
1966, Cuba, concretamente la ciudad de La Habana. Ciudad que queda plasmada en su obra a través
del barroco de sus imágenes, de la incorporación de fotografías, de dibujos que prácticamente
entretejen toda la superficie de la tela. Especialmente muestra a nivel alegórico, sin
describirlo, el barroco de La Habana Vieja, la ciudad de las columnas, pero también la puerta
de acceso al laberinto de personajes universal, porque en lo local está la verdadera
nternacionalidad.
Se nota en la pintura de Felipe Alarcón el predominio de las escuelas de formación plástica
cubanas, su orientación y su buen hacer, en el aspecto más literal y técnico de la expresión
creativa. La Habana, para el creador afincado en Madrid, es una ciudad fantástica, con todo su
mundo de seres que pululan por sus calles, la gran vivencialidad que se respira, la multitud
de colores y olores, que se esparcen en las callejuelas que conforman un verdadero discurso
geométrico dentro de la expresividad barroca de las formas.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte
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