HOMENAJE A PEPE

Alan Barnett

9 de Noviembre del 2000

      José Hernández Delgadillo ha sido, no sólo el artista político más importante de los últimos 30 años, sino uno de los mejores hombres de nuestro tiempo. El poder de su arte y el uso de éste en favor de los obreros, campesinos y estudiantes, lo convirtió en una figura política nacional al grado de haber sido seleccionado como precandidato a la Presidencia de Mexico en 1987, cuando fué nominado por uno de los partidos de izquierda. Ningún otro pintor mexicano, incluídos los Tres Grandes, podrían vanagloriarse de tanto. Esto fué posible porque utilizó su arte para empoderar a los oprimidos que nunca eran escuchados. El los ayudó a hablar públicamente a través de los murales que ellos mísmos ayudaron a pintar. Con su agudeza política los ayudó a organizarse. Su cercano amigo el poeta Benito Balam, lo describía cálidamente como el "director de la orquesta". Como resultado Pepe fué respetado y tuvo la confianza de todos aquellos que estaban en lucha a lo largo y ancho de la nación. Aquellos que han trabajado con él conocen sus inagotables esfuerzos a favor de los desposeídos y han aprendido a amarlo.
      Yo recuerdo haberlo encontrado dormido en el piso de una oficina bajo una pesada cobija, durante la campaña presidencial de 1987. No nos habíamos visto por algún tiempo, y cuando abrió sus ojos, saltó poniéndose de pie, me abrazó con calidez y procedió a llevarme de un sindicato a otro para presentar a su amigo norteamericano que había escrito sobre él.
      Recuerdo que en una ocasión Pepe me reclutó para ir a mostrar transparencias de murales- que habían sido realizados por obreros en los Estados Unidos y en otros países con la ayuda de artistas como él -al Sindicato de los choferes de Ruta 100 del cual era miembro de la junta directiva. Afortunadamente, yo tenía transparencias de un mural hecho por choferes de autobuses de Londres. Posteriormente hubo una vívida discusión entre los miembros del sindicato acerca de las dificultades de realizar arte político combativo en Mexico ó en cualquier otra parte. Les pareció difícil creer que los trabajadores pudieran tener acceso a los muros públicos sín permiso de las autoridades. Delgadillo les aconsejó, nunca pedir permiso, sólo hacerlos y defenderlos tanto como fuera posible. Esto por sí mismo era una manera de atraer la atención hacia su mensaje. A mí siempre me maravilló como lograba hacer murales contra el sistema en muros institucionales, especialmente aquellos de las universidades. Esto nunca hubiese sido permitido en Estados Unidos.
      Recuerdo haberlo encontrado en Tuxtla Gutiérrez en los ochentas; trabajando con estudiantes la pared externa de un edificio de aulas en una Normal, en la cual les había ayudado a organizarse. Nuevamente, hacía tiempo que no nos veíamos y habíamos arreglado por correo encontrarnos frente al mural. Cuando Ilegué con mi esposa Ruth, encontramos un mural a medio pintar pero no encontramos a Pepe, sólo había una nota pegada al muro con maskin tape pidiéndonos que lo esperáramos: había ido a comprar pintura. El siempre fué el maestro de la improvisación, y al rato apareció con sus estudiantes muralistas. Tanto aquí como en Tuxtia, casi siempre había alguien con una guitarra y cantando para hacerlo más atractivo y tener espectadores. Hacer un mural con él era siempre un "happening". Para entonces yo ya sabía que los mexicanos siempre estaban interesados en aprender cómo otras luchas similares podían ser peleadas con las armas del arte, y yo siempre traje transparencias frescas, asi que nuevamente él organizó una reunión para mostrarlas.
      A finales de los 1970's, me invitó a mostrar mis transparencias a los paracaidistas en un ejido en las montañas atrás de San Angel. Esto era para desviar la atención de las autoridades mientras él y otros miembros de la comunidad sacaban al "charro" local de ella. Después de dejar el pesero, tuvimos que escalar subrepticiamente de una choza a la otra para pasar desapercibidos porque Qué hacia él con un gringo y su esposa en ese lugar?... Las pequeñas chozas de una pieza construídas por los paracaidistas para vivir, estaban construídas de cartones de leche y otros materiales de desperdicio que habian recuperado de los basureros. Las diapositivas, que yo les mostraba a la intemperie, eran de murales hechos por trabajadores norteamericanos empobrecidos en sus comunidades. Las situaciones eran similares a la de las mujeres y jóvenes que observaban las trasparencias, pegados unos a otros para refugiarse del frío de enero. Había cables eléctricos sobre la tierra para poder echar a andar el proyector, e inicialmente no teníamos suficiente energía para pasar de una diapositiva a otra.
      Cuando la proyección terminó y los hombres habían regresado de sus tareas, hubo una gran celebración -sín licor- en un salón comunitario que habían construído y que ahora brillaba con su triunfo. Nunca antes había experimentado tal sentimiento de solidaridad. Cuando bajábamos, yo miré sobre el Valle de México y no podía diferenciar entre las estrellas cintilantes y las luces de la ciudad: no existía un horizonte para dividirlas. Tuve un intenso sentimiento de que personas tan diferentes como los desposeídos y los intelectuales - un artista y un académico- podían tener una causa común. Sentí que todos compartíamos un universo común y éste tenía que ser ganado y poseído para que todos y todas pudieran gozar de sus regalos. También Delgadillo compartía esta solidaridad y esto lo llevó a dedicar su vida a esa lucha.
      Años después, yo visité la casa-estudio que él había diseñado y construído con sus propias manos entre la gente trabajadora que había sido paracaidista en aquellas montañas sobre la capital.
      La primera vez que conocí a Pepe fué en 1975 cuando yo estaba de sabático como profesor universitario. Me quedó en un pequeño hotelito cerca del parque Sullivan con mi esposa. Un día caminábamos y me topé con el primer mural Delgadillo que había visto. Estaba en la fachada de CLETA, el Centro de Teatro de la UNAM. Me impactó tanto, que entré a preguntar quién lo había hecho y le lIamé. Cuando nos encontramos, le conté de mi investigación sobre murales similares en los Estados Unidos y le mostré diapositivas de ellos. El quería que sus amigos las vieran y arregló una proyección en el teatro. Fué cuando conocí a Benito Balam, que como José ha continuado siendo mi amigo cercano. Pepe ilustraba pequeños libros de poemas de Benito y Benito recitaba su vívido trabajo en las exposiciones de pintura de Pepe. Como intercambio de mi primera proyección de transparencias, Pepe me dió la primera acuarela Delgadillo que yo habría de poseer: su título es "La Lucha", y hasta hoy continúa colgada en mi oficina.
      Durante esa visita Pepe me mostró el arte público que había realizado durante los pasados seis años. Como yo entiendo, Pepe era el hijo de un Zapatista -un Zapatista auténtico-. Había estudiado pintura desde muy joven y trabajó en un despacho de arquitectos del Departamento del D.F. Ganó de premio una beca para continuar sus estudios de pintura en París en la Bienal más importante del momento. Durante los 1960's su pintura temprana era de fantasmales figuras embrujadas, imágenes de un sentimiento de angustia personal. Yo las vería después en el pequeño museo Delgadillo en la Hacienda de Cortés en Cuernavaca. Algunos han llamado a este arte "existencial", el arte de la ansiedad, en épocas de amenaza de holocausto nuclear y opresión política. Pero la introspección y alineación fueron transformadas por la masacre de Tlatelolco en la noche del 2 de Octubre de 1968, justo antes de los Juegos Olímpicos. Pepe me contó que había estado involucrado en el movimiento popular estudiantil durante el verano y tenía planeado asistir a la manifestación en la Plaza de Las Tres Culturas, donde de hecho su madre y hermanas tenían un departamento cercano al de él y sus hijos.
      El tiempo se fué volando, Pepe se encontraba absorto trabajando en una escultura cinética en el sótano del Palacio de Bellas Artes; lugar hasta donde alcanzó a escuchar la balacera, justo cuando los estudiantes que llevaban a cabo un mítin pacífico, fueron acribillados por tropas, policía y tanques. Tras aquel desastre, la terrible verdad está siendo finalmente revelada al mundo ahora. Delgadillo lo entendió en ese momento y le cambió la vida. En lugar de dedicarse a desarrollar proyectos artísticos ligados al Estado y la iniciativa privada ó simplemente mantener su estatus exitoso en el mercado del arte, se convirtió en un activista político que trabajaba en la consecución de un mundo verdaderamente democrático y socialista.
      Tlatelolco también transformó su arte. De acuerdo a mi conocimiento el trabajo clave que demuestra esto fue la poderosa escultura que hizo en el Centro Residencial Morelos en 1969. Este es un monumento de tres pisos de altura que se erige en una pequeña plaza con pasto, que se encuentra en medio de edificios de departamentos. Consiste de tres piezas: una cabeza más grande que una real, yace en el pasto con la boca abierta hacia el cielo en un grito; un ataúd abierto a su lado de forma que el cuerpo se ve plenamente, y un brazo gigantesco que se levanta hacia arriba en un gesto de plegaria . El gesto está ligado al cuerpo por las mismas formas agrupadas y endurecidas que marcan los músculos y reaparecen en las ataduras que envuelven al ataúd. El trabajo está realizado en resinas sobre un armazón. Esta era la protesta y la plegaria de Delgadillo.
      Durante las tres décadas posteriores él utilizó una imaginación similar en sus murales y en sus pinturas de caballete. Cuando recién nos estábamos conociendo, me llevó a los murales que empezó a hacer desde 1973, murales realizados principalmente en universidades y escuelas tócnicas y que posteriormente haría en sindicatos tales como el de los Electricistas. Son obras que impactan.
      Invitan impunemente a la agitación. Parecen anuncios espectaculares ó carteles enormes con su color fuerte, plano y sobrio con figuras en silueta. Yo recuerdo especialmente una en la Escuela de Diseño y Artesanías en la Ciudadela. A la izquierda, las armas automáticas apuntadas desde los cascos y hombros encorvados de los militares. En el centro, cabezas decapitadas de civiles que yacen en Ia tierra, su ultimo aliento se levanta de sus bocas abiertas como las volutas de habla de las pinturas aztecas. A la derecha, los sobrevivientes se defienden con puños como látigos y con herramientas tomadas a toda prisa. No son en realidad mas que cabezas y brazos mientras las espirales indican su movimiento hacia fuera y hacia adentro. Sus cabelleras están en llamas. Ellos también se conectan con el pasado adoptando las formas planas de los códices y semi-cuadradas de los bajorrelieves labrados en piedra de los Mayas. Es como si las luchas de los indígenas y mestizos contra los antiguos conquistadores nunca hubiesen terminado.
      Mientras Ruth y yo viajábamos hacia los Estados Unidos en nuestra vieja camioneta, nos dimos a la tarea de visitar los colegios y universidades en las cuales él había pintado con estudiantes: Veracruz, Xalapa, Fresnillo, Durango, Zacatecas, Monterrey. Casi no existe lugar en el país en el cual Delgadillo no haya pintado. Sus murales son reconocibles de inmediato. Algunos se han quejado de que él no se desarrolló como artista en todos estos años, lo cual no es el caso, ya que le daba menos importancia a su evolución personal que al usar formas tradicionales para las luchas contemporáneas con un perdurable mensaje de liberación que podía ser legible a todos. Ha querido hacer un arte en el cual los no calificados, participen como una forma de empoderarse. El necesitaba de su ayuda para ejecutar estas grandes piezas y quería que sus asistentes locales reconocieran sus propias capacidades, en el trabajo tanto cultural como político.
      Nosotros venimos con regularidad a México cada dos ó tres años, en parte para mantenernos al día con el trabajo de Delgadillo. En 1989, Pepe, Benito y sus amigos visitaron el Area de la Bahía de San Francisco, en donde recibió un número de solicitudes para realizar murales e hizo programas frente a ellos en los cuales Benito leía poesía y otro amigo bailaba. Pepe y sus amigos se quedaron en nuestra casa. Esto sucedió durante las manifestaciones de los estudiantes Chinos del Movimiento Pro-Democrático en la Plaza de Tiananmen en Beijing, con creciente horror vimos por televisión como se desenvolvían los acontecimientos. Recuerdo que vímos al hombre con la camisa blanca y el portafolio bloqueando calmadamente la línea de tanques que entraban en la ciudad y después la carnicería que dejaron a su paso. Esto tuvo una tremenda impresión en José. Me dí cuenta que estaba reviviendo Tlatelolco 21 años después y admitió que era así. Transformó nuestra mesa del comedor en un restirador, poniendo una pila de revistas National Geografic bajo las patas. Y en ella hizo una serie de dibujos en tinta y en acuarela que describían los sucesos. Una mostraba a los manifestantes aplastados bajo las orugas de los tanques. Otro, que nos dejó, era de una figura que agitaba los brazos en medio de sus llamas, rayos de reflectores y balas incendiarias. Lo convertimos en un cartel con las palabras "Solidaridad con el Pueblo Chino" y él firmó copias en una ceremonia luctuosa que se llevó a cabo en el Teatro de la Sinfónica de San Francisco a nombre de los prisioneros y masacrados.
      Una clara indicación de su desarrollo desde que comenzó a realizar arte político, ha sido el elemento decorativo que empezó a ser visto en sus dibujos y acuarelas de los 1970's. Finalmente este elemento lírico de su arte dió fruto en el hermoso mural que realizó en 1989 en el Teatro de bóveda de media caña de la Hacienda de Cortés en Cuernavaca. Esta obra es mucho más rica en color que ninguna otra hecha antes. Los blancos, rojos y negros severos, sin modulación de sus trabajos combativos, ha dado paso a los dorados, azules y escarlatas que gradualmente se profundizan ó abrillantan. Las formas que fluyen, aquellas previamente de cuerpos en lucha, son ahora poderosos espíritus indígenas desnudos que traen sabiduría y habilidades a la humanidad a través del pincel de un artista, del compás ó los instrumentos de un dibujante, la cuchara ó un pIano astral. Brazos con puños cerrados todavía indican la necesidad de la lucha pero estos están al lado, mientras que las imágenes de la creatividad dominan. El tema ya no es más el reto a la opresión sino los regalos ofrecidos. Ya no es más la catástrofe sino la exaltación de la creatividad. El tituló a este enorme mural semicircular "Ei Hombre Nuevo Hacia el Futuro". Es un clímax a la altura de su carrera.

      La última vez que ví a Pepe fué hace tres años en la Primera Jornada Mundial de Arte Público y Muralista. El fué la principal fuerza motriz para esa conferencia de artistas internacionales que comenzó en el Palacio de Bellas Artes y concluyó cinco días después en una fabrica textil, en Tlaxcala, convertida hoy en balneario. Había sido precedida por un taller de dos semanas en un colegio en la Ciudad de México en el que artistas jóvenes y viejos de todo el mundo realizaron murales transportables. Pepe había dedicado años de trabajo para juntar a estos artistas, que vinieron de lugares tan lejanos como Argentina y Chile así como algunos que vinieron de Italia. Mostraron diapositivas de su trabajo y discutieron los problemas y los proyectos en los cuales estaban involucrados. La conferencia fué el testimonio de su habilidad organizativa y de la amplia estima con la que cuenta. Fué una inmensa empresa que valió mucho la pena y que ha sido continuada por otra jornada que se llevó a cabo en octubre pasado en Buenos Aires.
      Delgadillo es un artista-activista de primer orden, que llevó la misión de los Tres Grandes al final del siglo 20. El siguió su ejemplo, no sóIo siendo portavoz de los desposeídos sino también les ayudó para que se convirtieran en sus propios portavoces y descubrieran sus habilidades para actuar a nombre de sus hermanos. El no ha tenido acceso a los recursos materiales del estado a los que los Tres Grandes tuvieron acceso, ní tampoco ha contado con el poder de figuras políticas importantes que intervinieran en su favor. El gobierno no fué muy generoso en concederle sus muros. Sín embargo, ha contado con el apoyo y la amistad de otros artistas. Ha sido seguido por aquellos que han apreciado y han adquirido su trabajo a precios modestos y uno ó dos coleccionistas más substanciales. Sobre todo él ha ganado el apoyo de los estudiantes, obreros y campesinos con quienes ha triunfado. El ha tenido sus propios regalos y un gran corazón. Aquellos de nosotros a quienes nos ha dado tanto, continuaremos amando a Pepe mientras vivamos.

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